Gustavo Petro en la ONU: a la búsqueda de un cambio de modelo | Opinión – Noticias de mi Pais

Se han pronunciado discursos conmemorativos a lo largo de la historia. Sin duda, las más memorables cumplen tres tareas principales: transmitir la idea principal, argumentar de forma convincente y conectar con el espectador a través de las emociones. Gabriel García Márquez en la primera cumbre iberoamericana celebrada en Guadalajara (México) en 1991; Jacques Chirac en la Cumbre de la Tierra de Johannesburgo en 2002 y el Papa Francisco este año durante su visita a Asís advirtieron sobre una grave crisis ambiental y la necesidad de cambiar costumbres y mentalidad para enfrentar el clima de crisis.

En 1991, García Márquez, como representante del Grupo de los Cien, integrado por intelectuales, artistas y científicos, convocó a una alianza ambiental en América Latina. En su discurso condenó los abusos de los países del Norte: “Cada año se vierten en nuestras aguas millones de toneladas de desechos tóxicos, que los países desarrollados han convertido en un enorme vertedero de venenos. El 78% de estos residuos provienen de Estados Unidos”.

Diez años después, en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible de Johannesburgo, Jacques Chirac, entonces presidente de Francia, denunció: “La casa está en llamas y nosotros miramos para otro lado. La naturaleza mutilada y sobreexplotada no puede repararse a sí misma, y ​​nos negamos a admitirlo. La humanidad está sufriendo. Adolece de un escaso desarrollo, tanto del Norte como del Sur, y nos es indiferente. La tierra y la humanidad están en peligro, y todos somos responsables de ello. Es hora de abrir los ojos a todos los continentes».

¿Cuál fue la idea central del discurso de Chirac? Alertar sobre los peligros que corre la humanidad y proponer cinco líneas de acción para evitar su destrucción: erradicar la pobreza con el apoyo y la solidaridad de las inmensas fortunas generadas por la globalización, apostar por la diversidad biológica y cultural para proteger el patrimonio común de la humanidad, cambiar la producción y el consumo patrones, utilizar menos recursos naturales y producir menos residuos de forma menos contaminante.

Veinte años después, el presidente colombiano Gustavo Petro, en su reciente discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, se sumó a estos llamados y llamó a un cambio de paradigmas de desarrollo. Fue más allá, abriendo una discusión sobre la necesidad de cambiar el pensamiento y construir una política humanista, postulados que reflejan las ideas del filósofo francés Edgar Morin.

En un discurso adornado con metáforas, Petro expuso las contradicciones generadas por las políticas del Norte y sus negativas consecuencias para la región. Surge una dicotomía, dice, entre el encanto de la «belleza natural» de la selva amazónica, las cadenas montañosas, dos océanos y «miles de especies coloridas», en oposición al veneno destructor de campos, la supresión de la guerra contra las drogas y la imprudencia de «poder irracional» basado en la competencia, el dinero y el consumo. La presentación señaló la lucha fallida contra las drogas, enfatizó la complejidad del uso del glifosato: para el Norte, sirve para reducir la producción de drogas, pero termina con la Amazonía, el pulmón del mundo.

Así, trazó el escenario de la región con «belleza sangrienta» y «danza de la muerte»: latinoamericanos muertos en la guerra contra las drogas, pueblos que padecen hambre y sed, que deciden emigrar al Norte y se encuentran con muros que impiden su entrada. Con la misma vehemencia de Chirac, pero con mirada sureña, Petro no sólo llamó a un cambio de rumbo en la política de drogas, sino que fue más allá, criticando el actual modelo de desarrollo y proponiendo un nuevo paradigma.

Tanto Chirac como Petro exaltaron la humanidad. Chirac aseguró que la humanidad está sufriendo, hay que evitar los crímenes que sufre y es hora de concertar una cita con su destino. Si es necesario que Peter salve la selva amazónica para salvar a la humanidad, un mensaje que cobra mayor fuerza lo da revisitando el modelo actual, el «Frankenstein de la Humanidad», que permite que «el mercado y la codicia operen sin planificación». .»

Son palabras similares a las del Papa en el simposio al que asistió con los jóvenes de Asís en el encuentro de Francisco de Economía: “El maquillaje no es suficiente. Es necesario discutir el modelo de desarrollo. La situación es tan grave que no podemos esperar a la próxima reunión internacional; ya no puede servir: hoy la Tierra arde; Es hoy cuando debemos cambiar a todos los niveles”.

La deforestación descontrolada de la selva amazónica y la economía basada en combustibles fósiles como el carbón y el petróleo representan un verdadero peligro para la humanidad actual. Estas ideas subyacen en la ideología de Pedro. Su obsesión es cambiar el modelo de vida basado en la posesión, la competencia y el dinero a uno basado en la solidaridad y más acorde con la naturaleza.

Sus palabras hacen eco de las ideas que Maureen desarrolla en su último libro. Reveillons-nous! («¡Despierta!»). Para Morin, como para Peter, es necesario reformar el pensamiento hegemónico y crear una política humanista. Este cambio de pensamiento debe excluir la simplificación y la visión unilateral. Es necesario entender la complejidad y apostar por la convivencia planetaria y el respeto por la naturaleza. Morin señala que la política humanista es la política que se enfoca en fuentes de energía limpias que reemplacen a las contaminantes como el petróleo o el carbón. Es una política rural que reduce el peso de la agricultura industrial y da rienda suelta a la agroecología. Esta es una política que prioriza la producción de artículos necesarios sobre artículos inútiles. Resumiendo, Morin destaca que esta es una política que promueve una mayor solidaridad, reconoce a los demás y hace digna la vida de todas las personas.

Las críticas al discurso de Petro por parte de la oposición y la élite que gobernó Colombia muestran su absoluto desprecio por al menos elementos de un debate establecido que ha durado décadas. Volviendo a las palabras del Papa, “la educación y la formación son caminos esenciales para pasar del compromiso con el medio ambiente a una correcta responsabilidad ambiental”.

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