Presidente Petro es hora de regular la marihuana | Opinión – Noticias de mi Pais

Es hora de que Colombia avance hacia la regulación de la marihuana para uso recreativo, no para estar a la vanguardia de la reforma, sino para evitar quedarse atrapado detrás de las líneas de una guerra fallida contra las drogas. Para el presidente Gustavo Petro, esta es una oportunidad para comenzar a materializar su discurso y sumarse al creciente grupo de países que están eliminando la prohibición.

En Estados Unidos, el país que marcó el ritmo de la lucha contra las drogas en Colombia, el presidente Joseph Biden anunció la semana pasada los primeros pasos para despenalizar la droga. Al mismo tiempo que indultó a los condenados por posesión de marihuana, anunció que su gobierno buscará la reclasificación de esta sustancia, sacándola de la lista de las más peligrosas.

En Colombia el consumo de marihuana no está penado, se pueden cultivar hasta 20 plantas de cannabis y traer una cantidad no especificada de esta sustancia para uso personal. Sin embargo, la oferta sigue siendo ilegal y proporciona una fuente de ingresos para redes criminales y poderosas organizaciones armadas.

A diferencia de lo que está pasando con los cultivos de coca, no tenemos un sistema de monitoreo, por lo que es difícil estimar su tamaño. Pero distintas fuentes coinciden en que las plantaciones no solo se expandieron, sino que también se calificaron y diversificaron con mayor contenido de THC, y su principal destino fue el mercado interno. Cientos de familias cultivadoras de cannabis están bajo el control de bandas criminales y disidentes. Este es el caso, por ejemplo, en el Cáucaso del Norte.

La distribución también está en manos de ilegales dirigidos por bandas locales que deciden cuestiones de precio y calidad. Así lo ha demostrado la investigación de la Fundación Ideas para la Paz y el reciente estudio Medellín de la Universidad de Chicago y EAFIT. En Colombia, el mercado de la marihuana no es marginal, por el contrario, es un importante ingreso de bandas y combos asociados al control territorial, así como a las disputas.

La combinación de la despenalización de la tenencia y el uso con la prohibición de la producción y distribución ha creado una zona gris que genera incertidumbre tanto para los usuarios como para la policía, que no sabe cómo tratar este tema en las calles. En cualquier caso, la persecución de la marihuana forma parte del día a día de los cuerpos policiales: concentran gran parte de su tiempo en registros y detenciones, que son ineficaces, alimentan la corrupción y generan tensión constante con los jóvenes en la vía pública. espacio.

Según el Departamento de Justicia y del Derecho, entre 2010 y 2016, el 94 % de los arrestos por delitos relacionados con las drogas ocurrieron en la escena del crimen, y los arrestados portaban o llevaban un poco más de la dosis mínima. Los datos disponibles muestran que estas acciones tienen poco efecto sobre la oferta de drogas, mientras que imponen una carga al sistema de justicia, que podría concentrar sus esfuerzos en temas de mayor trascendencia.

Esto no sucedió en el vacío. Encuestas realizadas en ciudades colombianas han demostrado que el consumo de drogas en lugares públicos afecta la percepción de seguridad y que parte de la sociedad sigue apoyando la prohibición. El riesgo al que están expuestos los niños, niñas y adolescentes es motivo de preocupación reiterada. La pregunta es si el modelo actual realmente aborda estas preocupaciones o si tiene más sentido avanzar con la regulación, una mayor prevención a nivel local, con mayores recursos y capacidad.

Dados los costos de la prohibición y sus externalidades negativas, como señaló el presidente Biden en su discurso, «es hora de corregir los errores». La regulación del cannabis no será una panacea para abordar la inseguridad o la violencia. Probablemente no conducirá a estimular el oro rural, ni a un menor consumo, al menos no en el mediano plazo. Lo que pasará es que el Estado podrá corregir el error dejando la regulación de este mercado en manos de las organizaciones criminales.

La regulación, como casi toda política, implica riesgo. El diablo está en los detalles. Por eso es tan importante el debate que se está dando en el Congreso en torno al cannabis y cómo debe responder el estado. Solo esta semana, habrá un debate en la Cámara de Representantes para cambiar la Sección 49 de la Constitución para tratar el cannabis como tabaco y alcohol. Además, hay varios proyectos de ley en el Parlamento destinados a dar forma a la regulación.

Hay interrogantes que aún permanecen abiertas: ¿cómo crear un mercado legal equitativo e inclusivo, del cual la población dependiente de cultivos ilícitos sea parte? ¿Qué control debemos darle a los impuestos para crear las condiciones que nos permitan competir con el mercado ilegal? ¿Cómo asegurar que existe una estrategia de prevención?

Debates similares han tenido lugar en Uruguay, Canadá y 19 estados de EE. UU. que regulan el uso recreativo de la marihuana. En países como Alemania, Suiza, los Países Bajos y la República Checa, la discusión está abierta. Colombia deberá encontrar su propio camino, aprendiendo de otras experiencias, evitando repetir los errores cometidos con la regulación médica y construyendo un modelo que se ajuste a sus capacidades y necesidades.

La regulación de la marihuana es una forma real para que el presidente Petro pase de las palabras a las acciones concretas. En el corto plazo, esto significa movilizar la facción del Pacto Histórico y ganar aliados en el Congreso para asegurar la aprobación de la reforma. El gobierno también puede ayudar a trazar un camino para que varios proyectos e iniciativas legislativas se unan en un gran acuerdo que pondría fin a la costosa e ineficaz guerra contra las drogas. Hay que pisar el acelerador, porque cuatro años pasan volando de un tirón.

Juan Carlos Garzón es Research Fellow de la Fundación Ideas para la Paz y experto en seguridad y políticas de drogas.

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