A los seis años, Juan Bautista Escalona recorría las calles para cambiar su canto por unas monedas que se había comido. Aún no estudiaba y no sabía lo que significa tener juguetes. Sobreviví. Vivía con su madre en una choza de madera que se inundaba en invierno por la crecida del río. Hoy tiene 21 años y la misma persona que lo rescató de la calle le enseñó a interpretar vallenato: Andrés turco Gil. El vallenato, antiguo estímulo sonoro y arte patrimonial colombiano, es también expiación para muchos niños que viven en la pobreza. “Yo era un vendedor ambulante, pero a juzgar por la voz. Me salvó la vida, me hizo quien soy. No tuve otro padre además de él”, dice Juan, también actor. “Yo vivía al lado de drogadictos y ladrones”, explica El Turco Gil, maestro de la música vallenata, con su porte obediente.
Valledupar y sus alrededores constituyen una provincia donde, en siglos anteriores, los españoles coloniales se aislaron del mundo, se mezclaron con los esclavos e indígenas de la región, y formaron una identidad cultural propia, de la cual el Vallenato es parte fundamental. El símbolo principal de este mundo es la Sierra Nevada de Santa Marta con los picos montañosos más altos de Colombia. En 2015, la UNESCO declaró el Vallenato Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, con un fuerte llamado a su protección.

Andrés El Turco Gil, de la familia Guajira, comenzó dando clases de acordeón en el patio de su casa. En un abrir y cerrar de ojos, los estudiantes ya no cabían y tuvo que alquilar un lugar. Su Academia Vallenata -la primera en el mundo en este género musical- nació hace 40 años. La mayoría de los estudiantes son pobres y no pagan un centavo. Entre sus alumnos se encuentran víctimas de la violencia y otros que han sido rescatados del reclutamiento por parte de grupos armados, como Johnny. Canario Pacheco, hoy cantante profesional. Según el registro oficial de la División de Víctimas, uno de cada tres habitantes del departamento del César, ubicado en el norte de Colombia, ha sido víctima del conflicto armado. Valledupar, su capital, es el lugar con más casos.
La música vallenata suena en cada esquina. Sirvió de impulso para salvar a decenas de jóvenes de la violencia, pero, paradójicamente, también sirvió para revitalizar y celebrar las masacres del pasado. Los cantores vallenatos mencionaban con orgullo a los paramilitares y narcotraficantes en sus canciones y les cantaban en sus fiestas privadas. En Novalito, el barrio más rico de la ciudad, se han criado dos delincuentes y enemigos: Ricardo Palmera, alias Simón Trinidad, comandante de las FARC, y Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40, el comandante paramilitar que más asesinatos ordenó. norte de Colombia.

Boletin informativo
Análisis de la actualidad y las mejores historias de Colombia, cada semana en tu bandeja de entrada
OBTENER
El Turco Gil tiene 75 años y 19 hijos de 10 mujeres. Cuando tuvo 18 hijos, nueve niños y nueve niñas, decidió hacerse la vasectomía. En el mismo mes, hace más de 20 años, tuvo tres hijos de diferentes madres. Entonces decidió sin rodeos: «No más». Hace siete años, una niña le dijo que estaba embarazada. «No puede ser de mí porque tuve una vasectomía», le dijo. La niña dio a luz a una niña y la registró con su apellido. El Turco no la reconoció al principio. Decidió hacer una prueba de ADN: positivo. “Ahora estoy en números rojos porque tengo 10 hembras y 9 machos. Tengo que hacer otro chico para completarlo”, dice entre risas. 19 llevan su sangre, pero ya ha perdido la cuenta de sus futuros hijos. No solo les dio una beca para su academia de música, sino que también les dio una educación en la escuela. “En un momento había tanta gente en mi casa que estaba abarrotada”, dice.
Desde los siete años, El Turco Gil tocaba la trompeta y leía y escribía partituras en el pentagrama. Nació en una familia de músicos que tocaban en orquestas. Estudió saxofón y clarinete y luego se dedicó a tocar el acordeón. “El interés por el estudio de la música vallenata nace a cualquier edad y en otras partes del mundo”, explica El Turco Gil. Tenía alumnos septuagenarios y otros que habían venido de Europa con la única intención de tomar lecciones. De su escuela han salido en las últimas décadas varios reyes del vallenato, como se llama a los ganadores del festival anual de este género. Estima que por su academia han pasado más de 4.000 alumnos. Hubo un tiempo en que tuvo 1100. A fines de la década de 1990 creó el grupo Los niños del vallenato, que incluía a los músicos más destacados de su academia; los niños se alternan con los nuevos talentos emergentes.
***
El acordeón vallenato se interpretó por primera vez en la Casa Blanca en 1999. El Turco Gil y los niños vallenatos fueron invitados a Washington para participar en la ceremonia de encendido del árbol de Navidad. El presidente Bill Clinton quedó tan abrumado que los invitó nuevamente a la inauguración de la Biblioteca Clinton en Arkansas, EE. UU. En 2007, frente a los Reyes de España Juan Carlos y Sofía, y luego nuevamente Clinton, los niños vallenatos presentaron una Homenaje a García Márquez en Cartagena. En el mismo año, Clinton publicó un libro Dar. Cómo cada uno de nosotros puede cambiar el mundo en el que dedicó dos páginas a los niños y al trabajo de El Turco Gil por la paz en Colombia. “Quiero que cada zona de conflicto tenga un maestro como el maestro Gil y niños como los vallenatos”, escribió.
Fotografías enmarcadas de algunos de los países que recorrieron para colgar en las paredes de la academia: Rusia, Italia, Escocia, China, Inglaterra, Alemania, Noruega, Suiza… El Turco está orgulloso de lo que ha conseguido. Para una región convulsa y empobrecida salir del país es una proeza.

El embate de la pandemia obligó a cerrar la escuela durante casi dos años. Es una calurosa tarde de octubre. Se escuchan acordeones a unos metros de distancia. En un patio de ladrillos rodeado de flores corales, los niños ensayan la interpretación de los cuatro motivos musicales del vallenato: puia, paseo, merengue y son. El Turco Gil viste una camisa blanca de guayber. Su tono de voz bajo y su infinita paciencia contrastan con las ruidosas facciones de los lugareños. Se para frente a cada alumno y repasa, palmo a palmo, las notas del acordeón. Vivaz, acompaña la melodía con un chasquido de dedos o una palmada. Él sonríe y entrecierra los ojos. El Turco celebra cada progreso de sus alumnos sin alcohol, pues nunca en su vida ha probado un trago.
Luis José Hernández tiene ocho años y ha estado asistiendo a la academia durante dos años. Lleva una mochila indígena aruaca y un sombrero vueltiao hecho con las hojas de una palmera conocida como caña flecha. Abre y cierra las pieles de un acordeón de cuatro kilos, que sostiene sobre su pecho. Inclina la cabeza, cierra los ojos. Sueña con ganar el festival Vallenato, el evento más importante de este género musical. La novia de Brinn, Tamara Pinto, canta y mueve los dedos como un acordeonista experimentado. Su hermano menor, de apenas un año, amenaza con tocar el guacharac. “Cuando Matilda camina, hasta la sabana sonríe”, canta uno de los compositores más famosos, Leandro Díaz. Durante mucho tiempo, el machismo prohibió a las mujeres tocar música vallenata. Ni siquiera se les permitió ir a la fiesta. El acordeón, la caja y la guacharaca eran todos instrumentos masculinos. Hoy en día hay tantas niñas en la escuela como niños. “Algunas son superiores a los hombres”, dice El Turco.
Aunque su don es la caridad, El Turco Gil vivía endeudado. Hubo varios intentos de desalojarlo de su casa. Tiene una hipoteca y tanta deuda que los «pagadores diarios» lo amenazan de muerte, un sistema ilegal de préstamos de alto interés que debe pagarse diariamente. La escuela tenía convenios con alcaldes que subvencionaban becas, pero hacía más de 10 años que no recibía ayuda estatal ni de ninguna empresa. “Siempre he vivido en rojo, tomando prestado aquí y allá”, dice. La Academia Vallenata, que él fundó hace 40 años, no es un negocio. “Hago esto por amor. Hoy me enorgullezco no solo de formar buenos acordeonistas, sino también buenos hombres”, añade. El Turco Gil está convencido de que el vallenato alivia muchos males.
Suscríbete aquí al boletín EL PAÍS sobre Colombia y recibe todas las claves informativas de la actualidad del país.