
Un video del senador colombiano César Pachón se ha vuelto viral en las ciudades andinas de Venezuela como un puñetazo en el estómago a los campesinos. Era el 26 de septiembre. El presidente Gustavo Petro acababa de sellar la apertura de la frontera bilateral con autoridades venezolanas con un cruce de camiones y un apretón de manos cuando el senador del Pacto Histórico quiso hacer su propio gesto para pasar a la historia. Varios hombres con sacos de papas a los hombros cruzaron los puentes hacia Venezuela, acompañados de Pachón, quien los entrevistó. “Tenemos comida que le podemos dar a los venezolanos”, dijo uno de ellos. Y el senador acompañó el mensaje en sus redes sociales con el hashtag #CorazónDePapa.
A menos de un mes de la apertura de la frontera, los temores en el maltrecho sector agrícola venezolano no se disipan. Los productores de papa luchan desde hace casi un año contra un insólito contrabando de papas colombianas hacia Venezuela, que ha dejado devastadas a varias familias en los estados Táchira, Mérida y Trujillo, sumando 40.000 empleos perdidos. Como tal, el video del Senador Pachón fue respondido con una intensa campaña en las redes sociales con el mensaje «Venezuela no necesita papas colombianas».
La Confederación Nacional de Productores y Comerciantes de Papa de Venezuela (Confepapa) presentó hace unos días su balance trimestral de la industria: el área sembrada disminuyó 22%, y con ello, el autoabastecimiento del mercado cayó 33% respecto al año pasado. “Desde noviembre de 2021, las importaciones de papa de Colombia a Venezuela han aumentado de unas 6.600 toneladas, que representan el 20% de las ventas del mercado nacional, al 53%, que representan aproximadamente 19.000 toneladas de papa. En el mismo período, la papa nacional pasó del 80% de las ventas con un volumen de ventas de aproximadamente 26.400 toneladas al 47% con un volumen de ventas de aproximadamente 17.000 toneladas”, señalan en un comunicado.
La inundación del mercado venezolano de papas vecinas ha hecho bajar los precios y ha provocado pérdidas de cosechas para los productores venezolanos. “Las papas son cultura. En 1527, en la ciudad de Cubiro en Venezuela, se menciona por primera vez que los españoles comían papas”, defiende Edison Arcinegas, presidente de Confepapa. A su juicio, la propia dinámica económica de Colombia con acceso al crédito, algunos incentivos a la producción, acceso a asistencia técnica e insumos hace que en este país no solo la superficie cultivada, sino también el rendimiento por hectárea, lo que genera excedentes. los cuales son abastecidos al mercado venezolano, así como a Panamá y Ecuador, con el fin de evitar que los precios para los agricultores de este país bajen por la sobreoferta en Colombia.
Arciniegas lo llama directamente competencia desleal o dumpingse sabe que reduce artificialmente el costo de los bienes en el comercio internacional. La importación de papa al país petrolero tiene incentivos ligados al contrabando, que se ha intensificado durante los años del cierre de la frontera de 2.300 kilómetros que separa a Colombia y Venezuela. Los precios de fletes y logística no parecen afectar la papa, que parte desde Norte de Santander o Boyac y recorre más de mil kilómetros para llegar a los principales mercados de Venezuela. El mismo día que Pachón cruzó el puente con agricultores colombianos, se vendió un saco de una variedad de papas en la Central de Abastos de Bucaramanga por $13.50, y otro saco similar al otro lado de la frontera se vendió en Maracaibo. $10, Barquisimeto $10.50 y Caracas $11.
Esto sucede aun cuando los productores colombianos sienten el golpe de la inflación, que ha elevado en un 53% el costo de este tubérculo en ese país, según datos de la FAO, y aseguran haber ganado la batalla a las empresas europeas hace unos días al conseguir el El gobierno colombiano extenderá los derechos antidumping por cinco años y aumentará las tarifas para estas empresas extranjeras, dijo Fedepapa, la federación colombiana de fabricantes, en un comunicado publicado el 11 de octubre. Pero cuando los venezolanos van al supermercado, no saben de dónde vienen las papas, y la mayoría de lo que se ofrece hoy se hace en Colombia y es más barato. Los que se cultivan en los campos venezolanos se pudren junto con las coles, zanahorias y otras verduras.
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El fenómeno se da en Venezuela en medio de disposiciones creadas por la ley antibloqueo del chavismo para ostensiblemente proteger la economía de las sanciones internacionales. En este caso, el efecto fue el contrario. La falta de transparencia, la liberalización de aranceles, la flexibilización de los permisos fitosanitarios y los controles aduaneros crearon oportunidades para el contrabando en general, incluidas las papas. La gremial campesina denunció que bajo el control de los llamados «protectorados», esas figuras semiestatales creadas por el gobierno de Nicolás Maduro para controlar territorios que en un momento estuvieron gobernados por la oposición, estos bienes circulan por todo el país. Estos “protectores”, como Freddy Bernal, hasta que fue electo gobernador del Táchira hace un año y que formalizó la apertura de la frontera con el Petro, permitieron el ingreso de alimentos por los senderos y regularon su distribución, usurpando los poderes de la aduana. venezolanos, según productores de los estados andinos.
“Este sobrante de papas de Colombia, que de otra manera habría que tirar, se puede vender a cualquier precio, y eso es una ganancia. Además, esto les permite conquistar un mercado similar al venezolano, una de las hortalizas más importantes en el consumo”, explica Arcinégas.
La apertura de la frontera usa como bandera cifras récord, como las de 2008, cuando el comercio entre ambos países alcanzó los $7.200 millones, cayendo a $222 millones el año pasado. Pero para el presidente de la Confepapa, el sector agrícola venezolano está en una seria desventaja por la bonanza económica que prometió el nuevo gobierno de Colombia para restablecer la relación de Nicolás Maduro con Venezuela.
Patatas adentro, juventud afuera
Arciniegas dice que hace 40 años, la modernización del campo detuvo la migración de los páramos a las ciudades en busca de trabajo. Hoy este proceso se está invirtiendo. A fines de septiembre, cuando la frontera estaba a punto de abrirse, hubo una amarga despedida en Pueblo Llano, el principal municipio productor de papa del país. Unos 30 campesinos partieron de Mérida rumbo a la selva del Darién para intentar llegar a Estados Unidos, y toda la ciudad se reunió para despedirse. Los jóvenes parten cada semana, obligados a emigrar por la falta de oportunidades de trabajo en el campo que se transmiten de generación en generación, y también atraídos por la nebulosa del llamado “Sueño Americano”.
En estas ciudades, la preocupación por la reciente apertura de la frontera es que de Colombia se traen más papas, verduras y hortalizas, y más jóvenes emigran de Venezuela. José Guillén Méndez es productor en Mérida, en El Molino. “Tengo 40 años, pero ¿a dónde voy a ir? Tenemos tierra, tenemos mucha agua, necesitamos apoyo financiero y garantías de producción”, dice por teléfono desde Los Andes. “Nadie frena estos camiones que entran al país desde Colombia, pero el fabricante venezolano paga 50 impuestos sobre las ventas donde está obligado a dejar la mercadería”, dice otro fabricante de Trujillo, Julio La Cruz. “Quedan pocos trabajadores en el campo, y la mayoría son viejos. Porque se trata de vida o muerte, y por eso la gente se va”, añade el trujillo.
Hasta 2014, La Cruz trabajaba para el Programa Nacional de Semillas, que proporcionaba plantas para la siembra. Hasta 2014, Venezuela exportaba papas al Caribe, agrega Arcinégas. Un agricultor de Trujillo dice que la iniciativa de las semillas colapsó ese año, los bancos de germoplasma creados se perdieron por los constantes cortes de luz que se dan en el interior del país, y con ello los rendimientos de las cosechas cayeron. Si por hectárea en buenas condiciones el rendimiento de la papa es de 30 a 40 toneladas, entonces con semilla venezolana gastada, genéticamente degenerada de tantos ciclos, se pueden sacar solo de siete a ocho toneladas por hectárea cosechada. Los agricultores en Venezuela están cultivando contra viento y marea. Con el mal tiempo, la economía, que intenta salir del pozo de la recuperación, abre una zanja de enorme desigualdad y deja el nivel más bajo de participación laboral de la región (53%). También con este lluvioso 2022, que dificultó el aterrizaje.
El gremio ha recurrido al gobierno venezolano en busca de apoyo y le ha pedido proteger este producto, junto con otros como el maíz, el arroz y el alimento balanceado para animales, en favor de la producción nacional. Las autoridades del sector han asegurado que dejarán de hacer contrabando, pero los mercados siguen inundados. En Venezuela no hay crédito bancario porque el gobierno usó una reducción del encaje legal como medida para frenar la inflación, por lo que los productores ofrecieron enviar el 1% del precio final de la papa a un fondo de plagas. y son las papas, y quienes las consumen, quienes pagan para restaurarlas, dice Arcinegas. “Fuimos receptivos, pero no hay cambio, llevamos mucho tiempo esperando. Después de tres o cuatro malas cosechas, el agricultor de montaña quiebra en solo un año y se ve obligado a vender sus bienes e incluso su tierra”.
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