Recientemente, Estados Unidos se ha mostrado preocupado por la influencia que China está tratando de ejercer sobre Colombia tras la llegada de un nuevo presidente. “Terminan pagando para sacar dinero de Beijing”, advirtieron a Gustavo Petro congresistas estadounidenses que visitaron Bogotá esta semana. La delegación, encabezada por el demócrata Bob Menéndez, cuestionó las reuniones que miembros del gobierno colombiano tuvieron con funcionarios chinos para explorar inversiones que el gigante asiático podría realizar en la nación sudamericana.
Los estadounidenses han sido muy directos al expresar sus preocupaciones. “China tiene todos los datos biométricos y el ADN de todos los que estamos en esta sala”, dijo uno de los miembros de la delegación en una de las reuniones, para sorpresa de todos los presentes. Con franqueza, los congresistas le dejaron claro a Petro y a los ministros que lo acompañan que no vale la pena ponérselo fácil a las empresas estatales chinas interesadas en participar en la transición energética que pretende realizar el presidente colombiano. Las empresas gubernamentales de Xi Jinping están muy avanzadas en cuanto al uso de fuentes de energía renovable.
El gobierno les dijo a los congresistas que una forma de evitar una invasión china era duplicar la cooperación de Washington. En particular, Petro quiere convencer al presidente Joe Biden de que financie la compra de fincas ganaderas por parte del Estado para dárselas a los campesinos. El gobierno llegó a un acuerdo con los terratenientes, quienes en un gesto inesperado manifestaron su disposición a impulsar la reforma agraria propuesta por el nuevo gobierno. Con ella quieren minimizar los dos problemas metropolitanos del país: la violencia y el negocio de la cocaína. Ahora es necesario obtener financiamiento para la compra de estos tres millones de hectáreas. Y aquí es donde Petro espera que Biden juegue un papel clave.
La presencia china en Colombia ya es una realidad. Dos empresas, China Harbour Engineering y Xi’An Metro Company, están construyendo el metro de Bogotá, mientras que una tercera, China Civil Engineering Construction, está a cargo de construir un tren de cercanías que conectará la capital con la región circundante. La directora ejecutiva de la Cámara Colombo China de Inversiones, Ingrid Chavez, explicó a Bloomberg que la estatal China Railway se constituyó como empresa en Colombia y que está explorando a fondo el país para encontrar oportunidades de negocio. De ello se deduce que estos proyectos son sólo el comienzo.

Estados Unidos se opone a esta infiltración silenciosa de Pekín. Desde hace una década, China utiliza lo que Estados Unidos extendió por el mundo en la década de 1980: el poder blando. La Casa Blanca descubrió entonces que abrir un McDonald’s en Moscú podría ser más útil que lanzar una amenaza militar. El gobierno chino, con su propio método de influencia -a través del dinero-, ha incrementado su presencia en el resto del planeta a través de la inversión, especialmente en infraestructuras. Además, en América Latina, la empresa ha revitalizado su industria farmacéutica vendiendo millones de vacunas contra el covid durante la pandemia. En 2021 logró más de $400.000 millones en intercambio comercial con la región.
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Pekín ha acudido en ayuda de los países de la región que mantienen relaciones distantes o frías con Washington. En los últimos años ha ofrecido préstamos a países con calificaciones crediticias muy bajas como Argentina y Venezuela. Ahora ha descubierto una oportunidad con el ascenso de Petro, un presidente muy interesado en eliminar el carbón y el petróleo, para liderar la transición energética hacia las renovables. Enfrente estará Washington, un socio histórico que no quiere perder su hegemonía. Petro quiere usar estos celos a su favor.
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